Registro horario: frente a la coerción, flexibilidad para impulsar el crecimiento
Luis Fernando Rodríguez es CEO de Watch&Act
La ley que obliga a fichar se basa en la desconfianza y atenta contra un valor clave para la productividad: el compromiso del empleado
Las empresas son el motor de la economía y, en gran medida, también de la sociedad. El empresario mantiene un sólido compromiso con la mejora de la sociedad de la que forma parte. Una sociedad sólida, dinámica, basa sus palancas en tres ejes fundamentales: los empresarios, las leyes y la solidaridad como valor de unión.
Cuando la demagogia social asocia al empresario con el oportunista, con el profesional de la especulación, con el que “se hace rico a costa de aprovecharse de quienes necesitan ese trabajo para vivir”, se acaban implantando modelos coercitivos, de control, para “salvar a la sociedad del empresariado”. Es entonces cuando este, en vez de actuar como motor de transformación y ejemplo de emprendimiento, se siente como un superviviente y actúa como tal: defendiéndose con todas las armas a su alcance. Por el contrario, si se protege y apoya al empresariado liberándole de corsés innecesarios, este multiplica por cien su compromiso con la sociedad y le devuelve esa confianza en forma de valores positivos, constructivos y transformadores.
El empresariado español es, de manera generalizada, ejemplar. Y en el momento actual, cuando los cambios circulan a enorme velocidad e intensidad, imponer modelos de gestión más próximos al siglo XIX no parece ser la mejor solución para impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo que nuestro país necesita.
La sentencia de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional que avala que las empresas descuenten a sus trabajadores el salario equivalente al tiempo que gastan fumando, tomando café o desayunando fuera del trabajo pactado como efectivo, ya sea en el Estatuto de los Trabajadores o en sus respectivos convenios, pone de manifiesto cuatro aspectos que van más allá del propio hecho ahora juzgado.
En primer lugar, la ley que obliga a fichar a los trabajadores se basa en el principio de desconfianza y, por tanto, atenta contra un valor clave para la productividad y la competitividad de las empresas: el compromiso de sus empleados.
En segundo lugar, esta ley deteriora e interrumpe la tendencia innegable en la actualidad hacia modelos de trabajo que no se rigen por contratos indefinidos y corsés horarios, sino por un compromiso con los resultados y una flexibilidad laboral que estimula al profesional para hacer valer su talento y ponerlo, junto con su esfuerzo y su buen hacer, a disposición de la empresa.
El empleado, hoy, demanda confianza y flexibilidad en su relación con sus empleadores, y cuanto más seguro está de su talento, más libertad siente para elegir trabajar en una empresa u otra según el proyecto que se le ofrece, el equipo con el que trabaja, la valía de sus jefes y los recursos que la empresa pone a su disposición para alcanzar los objetivos. Y a cambio de esta implicación y voluntad de mejora continua, la empresa reconoce a este empleado motivado y cualificado con un salario probablemente superior al que recibiría por un contrato tradicional.
En tercer lugar, tenemos que hablar de la tecnología. La digitalización lo ha inundado todo, y hoy día es posible trabajar a pleno rendimiento sin estar en la oficina. Asimismo, ya no se entiende la empresa y su relación con el trabajador sin dotación de recursos tecnológicos colaborativos que fomenten la interacción en red y el conocimiento compartido. Plataformas como Cornerstone, Sprinklr, Fourflags, etc., favorecen sin duda este punto y enriquecen el resultado del trabajo realizado.
Por último, la innovación es un ingrediente clave para las empresas, pero las ideas brillantes no solo surgen durante las ocho horas de la jornada laboral. La mente humana es dinámica y las ideas fluyen en cualquier momento y lugar; tal vez, precisamente, mientras uno se toma un café o se fuma un cigarrillo… Si existe libertad, confianza, tecnología y recursos, estaremos alimentando la innovación más que con desconfianza, control y coerción.
Volviendo a la polémica sentencia, es cierto que si extrapolamos los datos de todo el contexto anteriormente expuesto, cada trabajador fumador, con el tiempo que destina a fumar durante la jornada laboral en vez de a realizar sus funciones productivas, según estimaciones de Watch&Act le está costando a su empresa más de 4.000 euros al año.
Veamos de dónde vienen estos datos: estudios de la Unión Europea, el INE y el Journal of the American Medical Association afirman que el 11,6% de los trabajadores son fumadores, y fuman una media de 10,7 cigarrillos diarios, el 40% de ellos en el trabajo. De media, en fumar un cigarrillo se emplean 5 minutos. Si la población laboral española es de 19.760.000 personas, diríamos que entre ellas hay 2.292.160 fumadores, que fuman 24.526.112 cigarros al año, en lo que emplean 2.043.843 horas. Si tenemos en cuenta que el salario medio/hora en España es de 24 euros (coste de empresa), el coste/hora por persona fumadora para la empresa es de 2,5 euros, lo que se traduce en 4.065 euros/año, teniendo en cuenta una jornada efectiva media de 1.650 horas.
Pero también el absentismo laboral está pasando factura a las empresas, y es un problema muy serio que el Estado debería abordar. Actualmente, la media de absentismo en nuestro país se sitúa en el 5,3% de la jornada laboral, es decir, en 87 horas al año por trabajador, lo que tiene un impacto en la economía de más de 41.000 millones de euros. Solo con medidas destinadas a bajar la tasa al 4,5% que tienen los países de nuestro entorno estaríamos consiguiendo 6.200 millones de euros que podrían destinarse a mejorar los servicios públicos con una fórmula mucho más saludable que subir los impuestos o aumentar nuestro nivel de deuda. En definitiva, si queremos avanzar hacia un país moderno, dinámico, libre, donde la innovación y el talento se impongan a la desconfianza, tenemos que apostar por modelos de gestión inteligentes. Y no podremos conseguirlo si no apoyamos y defendemos los valores sociales del emprendimiento y el compromiso del empresariado con el bienestar y el desarrollo de los trabajadores, que serán garantía de nuestro futuro.
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