Problemas para conciliar y organizarse la vida: los motivos detrás de la infelicidad de la mayoría de los trabajadores
GORKA R. PÉREZ
La vuelta al presencialismo tras la pandemia y la extinción en muchos sectores del empleo remoto han castigado la moral obrera, que ha perdido el miedo a la reivindicación. El número de huelguistas ha crecido en la última década
¿Se puede ser feliz trabajando? El mantra empresarial más extendido conviene que la satisfacción en el puesto de trabajo esconde la clave de la productividad. Pero los trabajadores están cada vez más descontentos con lo que hacen. O al menos lo evidencian más que antes. El shock pandémico de 2020 promovió una Gran Dimisión que tuvo su epicentro en Estados Unidos, pero que trastocó a nivel internacional la forma en la que las personas evalúan la actividad laboral dentro de sus vidas. Y la mayoría de ellas han decidido rebajarla varios escalones.
“Nuestra naturaleza nos convierte en un ser permanentemente insatisfecho”, analiza Fernando Luján, vicesecretario general de Política Sindical de UGT. “Todos queremos más, especialmente cuando ya tenemos una base, y ahora que estamos viendo que se está produciendo una cierta recuperación salarial, todos demandamos más”, detalla.
La herramienta que canaliza el descontento obrero de una manera más evidente es la convocatoria de una huelga, y los últimos datos del Ministerio de Trabajo muestran que durante la última década el número de participantes en paros ordinarios se ha ido incrementando. Así, mientras que a lo largo de 2013 los secundaron 179.000 trabajadores, el año pasado (último ejercicio completo) lo hicieron 236.700.
Los motivos para el aumento del desapego laboral son varios. Un repaso a las encuestas sobre satisfacción en el entorno de trabajo retratan las principales reclamaciones: mejoras salariales (siete de cada 10 trabajadores creen que no se les paga lo suficiente); mayor conciliación (seis de cada 10 estaría dispuesto a renunciar a su puesto si no le ofrecen las condiciones que necesitan en cuanto a flexibilidad horaria); y cuidado de la salud mental (siete de cada 10 han sufrido burnout [síndrome del trabajador quemado] en el último año).
“Las personas, una vez cubiertas sus necesidades, consideran que deben encontrar un lugar para trabajar que les genere bienestar físico, emocional y social, y es el resultado de la suma de esos tres factores lo que determina que una persona pueda considerarse feliz en su trabajo. En estos momentos hay más métodos y vías que nunca para encontrar una nueva propuesta laboral y eso hace que la exigencia sea mayor y el cambio algo rutinario”, reflexiona Alberto Gavilán, director de talento de The Adecco Group.
Contexto económico
La reclamación laboral tiende a brotar cuando el contexto económico lo permite, de ahí que la creación de empleo que se ha producido en los últimos años haya insuflado aire a las protestas. “No es lo mismo manifestarse cuando hay una tasa de paro del 20% que cuando esta es del 12% (actualmente se sitúa en el 11,8%), ni tampoco cuando a tu alrededor tienes posibilidades de encontrar en otro sitio lo que no te dan en tu trabajo”, incide Adrián Todolí, profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Valencia.
Todas las fuentes consultadas concuerdan en que los cimientos de este nuevo replanteamiento laboral se establecieron con la pandemia de 2020. “Ahí se produjo un clic. El coronavirus nos obligó a parar ese frenesí de vida que llevábamos muchos y a que nos cuestionásemos cuáles eran nuestras verdaderas prioridades”, ahonda Carlos Gutiérrez, secretario de Estudios y Formación Sindical de CC OO. “Creo que nos sirvió para enriquecer nuestros intereses y prestar atención a otras cosas de las que ahora no queremos prescindir”, añade.
La implementación de nuevas formas de trabajar, especialmente aquellas que permitían hacerlo a distancia, abrieron un horizonte de posibilidades que muchos empleados no están dispuestos a abandonar una vez superada la pandemia y con la vuelta al presencialismo. Pero entonces, y ahora, se han descubierto muchas otras realidades laborales ante las que se está produciendo un tira y afloja entre empresarios y trabajadores. Es el caso del proyecto de reducir la jornada laboral de cinco a cuatro días a la semana sin reducción de salario. Según The Adecco Group, siete de cada 10 empresas no ven viable su implantación, pero dos de cada tres trabajadores están a favor de ella.
Aunque hay que tener en cuenta que las demandas de una mayor flexibilidad impactan de distinta forma en función del sector en el que se producen. “Mira lo que pasó y está pasando con la hostelería. A partir de la pandemia, empieza a haber problemas de vacantes que antes no había”, incide Luján, de UGT. “Un montón de gente vinculada al sector servicios —el que más empleos genera en el país— se dio cuenta de que la protección social [en caso de baja, o despido, por ejemplo] es muy importante, por lo que decidieron salirse al darse cuenta de que muchos de ellos estaban en una situación irregular y buscar un empleo en otros nichos que sí se los ofrecían”, añade.
“Cuando el virus puso en peligro nuestra propia vida, todos empezamos a darle vueltas a la cabeza. Ahora los trabajadores demandan muchas más cosas de su empresa: quieren tener más posibilidades de desarrollo profesional, contar con fórmulas para conciliar, que haya un buen ambiente en el centro, que se valore su talento…”, apunta Jorge Calviño, vicepresidente de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH) y CHRO de AllFunds Bank.
Nuevos intereses
El incremento del coste de la vida debido al encarecimiento de la energía y los alimentos, así como su desacople con las subidas salariales de los dos últimos años, han llegado a poner en cuestión la concepción de sustento intrínseca al salario. Muchos trabajadores no pueden satisfacer sus necesidades vitales (alojamiento, manutención…) con la renta que perciben, y para ellos cambiar de empleo en busca de una mayor remuneración no resulta un trauma, sino una salida que no temen tomar todas las veces que sea necesario.
“Las nuevas generaciones necesitan sentir que son capaces de cubrir sus necesidades y tienen mucho más presente la importancia de una buena salud mental que la que tenían sus antecesores”, aborda el profesor Todolí. “Los empleados más jóvenes contemplan una serie de demandas diferentes, y muchos no conciben desarrollarse en un trabajo que les tenga atados a la mesa durante horas”, secunda Calviño (AEDRH). “La mayoría de ellos primen la flexibilidad por encima del salario. Prefieren tener más tiempo, decidir cómo organizar su trabajo o su horario, poder pasar más tiempo con su familia, conciliar su vida personal, o destinar tiempo a sus hobbies”, se suma Velasco, de Adecco. “Hemos descubierto que nuestra vida tiene un sentido más amplio y hemos recuperado unos intereses que tradicionalmente teníamos olvidados”, remacha Gutiérrez, de CC OO.
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